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jueves, 26 de julio de 2012

Mi respuesta a los universalistas



En la evolución del pensamiento humano se puede observar una progresión hacia un mayor universalismo con el correr del tiempo. Este avance no es lineal y varia mucho de región en región y de tiempo en tiempo. Hay inclusive a veces un movimiento hacia atrás.
Si al principio de la humanidad podemos suponer que la lealtad era hacia los miembros de la familia y de la “tribu” o “clan”, luego las sociedades fueron creciendo en tamaño y la conciencia de grupo se amplió hasta abarcar a estados, en los cuales es imposible que se hayan conocido todos sus miembros. Y es en ese momento cuando  la conciencia de lo humano dio un salto ya que era posible que un hombre diera su vida por gente que no conocía personalmente y que suponía eran defendibles en el sentido de que había que defenderlos.
El otro salto cualitativo lo dieron los profetas de algunas religiones que fueron universalistas incluyendo a toda la humanidad dentro de una misma familia que debía ser salvada.
Dentro de los universalistas podemos incluir a los sostenedores de ideologías tales como el comunismo, el fascismo, el capitalismo, etc.
Los universalistas nos dicen que tenemos que tener en cuenta a la humanidad toda sin discriminación, que todos somos al fin y al cabo “lo mismo”. Ellos sin embargo están equivocados en algo fundamental en su análisis. Se abstrajeron tanto que olvidan que la vida no es “limpia”. Hay muchísimas personas que no son universalistas. El pensamiento tribal, étnico, racial esta vivo. Y quien piensa para todos cuando hay otros que piensan solo en si mismos o para su grupo solo se pone en una situación de debilidad. Cuando las “tribus” dejen de ser tribales entonces tal vez el universalismo tenga sentido. Pero la realidad no apunta hacia esa dirección. Hay naciones, grupos que tienen una identidad muy fuerte. ¿Cómo competimos con ellos si actuamos separados? ¿Cómo los argentinos, quienes tenemos esa identidad, podemos jugar este jueguito si los otros hacen trampa? Mejor pensemos en nosotros mismos, ya que nadie lo va a hacer por nosotros.  
Ese universalismo es para una nación el suicidio. Los peores traidores son los que tienen una causa universal. Ellos son leales a la nada, al infinito, a todos y a nadie. Algunos son honestos, pero eso no importa, sin tener en cuenta a la nación, a la etnia, a la “tribu”, a la realidad, ellos terminan equivocándose una y otra vez.

No están esencialmente mal las ideas universalistas. Pero si no son balanceadas con el realismo son una receta para el desastre. 

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